Llegué a esta conclusión, como siempre, observando mujeres alrededor, recordando charlas con amigas y también con conocidas. Las mujeres no podemos vivir sin "algo" que cuidar, a lo cual prestarle atención día a día, y no siempre tiene que ver con tener un hijo. Es más fuerte que nosotras, ¿será porque nos tratan de instituir ese mandato desde niñas, que uno de los juguetes más populares es el "bebote"?
A las que somos madres, no nos queda otra: ya hemos cumplido "de lleno" con el mandato social de la maternidad. Desde el día en que el test de embarazo nos da "positivo", hasta la FPP (fecha probable de parto) los días parecen interminables. Hasta que llega ese momento de vértigo, que es cuando nos dan el alta en la clínica y tenemos que enfrentar con ese "sujeto", que pesa un poco más de 3 kilos, sin la enfermera ni la puericultora... ¡agarrate, Catalina!, diría mi abuela. Poco a poco, semana tras semana, madre e hijo se van conociendo. El que no te conoce más es tu marido, quien no entiende cómo, un poco más de 9 meses atrás, pudo ponerte una mano encima para "hacer" ese bebé. Porque vos estás todo el día en pijama, en un aroma que mezcla el óleo calcáreo y el vómito, y con pelos crecidos en lugares impensados. Porque tiempo, para esas banalidades -como bañarte o ¡¡¡depilarte!!!- no existe ahora en tu vida. Lo bueno, es como todo: pasa antes de que des cuenta.
Pero, hablemos de esas "madres" sin hijos de sangre, que se ponen debajo de este mandato social, casi sin darse cuenta. Las primeras, son las que tienen mascotas: perritos de todo tamaño, gatos, etc. Todos, con nombre de "persona": te querés matar cuando cae una con un caniche toy que se llama como tu hijo o tu hija. Sí, a todas nos pasó. Tienen ropa a medida, comedero personalizado y demás. Se sacan más "selfies" que adolescente de 14 años y, por supuesto, tienen el mote de "hijo" ganado de antemano. Si miento, ¡me dicen!
Después tenemos a las madres de "novio bobo" (con amor, eh!) que puede ser en la versión cama adentro (convivientes) o cama afuera, pero que se las arreglan, en determinado momento, para ponerte en el lugar de su madre. Hacen berrinche con la comida, dejan la ropa sucia tirada, te reclaman justo ese día que habías arreglado para cenar con las chicas, y cuando se enferman de gripe, hacen un escándalo interminable ¿Les suena?
Una versión más "tecnológica", si me permiten el término, son las que tienen amor desenfrenado por su celular. No lo dejan ni a sol ni a sombra y lo cuidan como si fuera un tesoro... Marcaron en su vida un "antes" y un "después"... ¡tal y como un hijo!
Y la lista sigue: si te gustan las plantas y las querés realmente, las cuidás y atendés con un cariño y un esmero que se asemeja al amor maternal. Te ponés contenta cuando florecen, cuando lográs erradicarles una peste. Y sufrís si se rompen o se secan.
También están esas tías abnegadas, fanáticas de sus sobrinos, sean de sangre o no... ¡fíjense! Las mujeres morimos cuando los hijos de nuestras hermanas o de nuestras amigas nos llaman así...!
¡¡¡Qué va a ser!!! se ve que este instinto es irrefutable y que está presente en nuestros genes desde tiempos remotos. Nos encanta cuidar, proteger, estar pendientes, cuidar... ¡Nos hacemos las Mafaldas y tenemos más de Susanita de lo que creemos!
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