Hoy en día existe una costumbre que va creciendo poco a poco, y tiene que ver con incluir legumbres en nuestra dieta diaria. De fácil preparación, con todo tipo de disponibles, se están convirtiendo en un alimento de uso frecuente, y no sólo para los guisos, como lo hacían nuestras abuelas.
Son semillas secas, limpias y sanas que fueron separadas de sus vainas, de vegetales leguminosos (garbanzos, lentejas, arvejas secas, porotos, etc.). Son ricas en hidratos de carbono, proteínas,fibras y hierro. Aportan saciedad y colaboran en un buen metabolismo, razón por la cual, deberían estar presentes en una dieta saludable. Consumirlas es importante porque nos aportan proteínas de origen vegetal, con mínimas grasas o casi sin ellas, sin colesterol y con muchas fibras que son funcionales para que la micro flora colónica se beneficie y desarrolle su tarea saludable. Brindan energía y vitalidad al organismo y sus nutrientes energéticos (glúcidos) se absorben de manera lenta, lo que permite disponer de ellos de manera progresiva, es decir, a medida que éste las requiere (bajo índice glucémico). Esto beneficia a todas las personas sanas, a los que cumplen actividad física y también a los que sufren enfermedades metabólicas (diabetes, obesidad, dislipidemias). “En una alimentación saludable es importante hacer participar a las proteínas vegetales, para comer menos productos de origen animal que vienen acompañados de más grasas saturadas y colesterol, por eso las legumbres deberían estar presentes. Consumir pequeñas cantidades a diario, contribuye al buen funcionamiento del metabolismo”, explica la Lic. Pilar Llanos, docente de la especialización en Nutrición en Fundación Barceló.
Además, la nutricionista afirma que sus riquezas en proteínas las ubican como una buena alternativa a la carne: “Es fundamental complementarlas con cereales y así proveer aminoácidos esenciales que el organismo no puede formar y son indispensables. También, otras combinaciones posibles e ideales para obtener proteínas de alto valor biológico son:junto a pequeñas cantidades de lácteos magros, huevos ó soja”.
Más recomendaciones:
Leer la fecha de cosecha en el envase: debe ser como máximo 1 año anterior al que está en curso.
Lavarlas y dejar que se hidraten en agua fría.
Tirar el agua del remojo. Volver a poner agua fría y cocinar sin poner sal ni pasarse de cocción. La cocción es importante porque destruye los factores antinutritivos presentes en el alimento crudo.
Cocinar con hierbas aromáticas: laurel, romero, semillas de anís o de hinojo, tomillo. Estas contribuyen a evitar la distensión intestinal que las mismas producen
Una vez listas pueden utilizarse o conservarse en freezer.
Agradecemos a la Fundación Barceló por la información para la realización de esta nota
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